[ 14 enero, 2020 por administrador 0 Comentarios ]

Danza de acróbatas

Con los Acróbatas y su espectáculo de contorsiones, cabriolas, piruetas, trepas, equilibrios, vueltas y saltos, las calles y plazas de Santa Cruz de La Palma rememoran el arraigo del histrionismo circense que desde finales del siglo xix mantuvo ocupados a los palmeros más gallardos y bizarros. Con su mágica presencia y su siempre brillante actuación, los hombres y mujeres del circo abrieron en La Palma una ventana a la fundación de sociedades locales dedicadas a la enseñanza y promoción del ejercicio físico entre los más jóvenes; primero, «La Patriótica» y, años más tarde, otras asociaciones contribuyeron a fortalecer la idea de la coreografía artística como mecanismo espectacular y medio eficaz para el fomento de la activación del cuerpo, clave según promulgaban las novedosas tendencias de cuidado, salubridad e higiene del siglo.

Como ha puesto de relieve el historiador José Eduardo Pérez Hernández (Breña Alta, 1968), fue en 1885 cuando «La Gimnástica» inauguró la primera puesta en escena de las entonces denominadas «danzas caprichosas de gimnastas» en el contexto de la Bajada de la Virgen. La prensa insular saludaba el novedoso número con entusiasmo, anunciado para comenzar a las 8 de la noche el lunes 13 de abril en la plaza de Santo Domingo, continuando con varias representaciones en las calles O’Daly, Santiago (actual Pérez de Brito), las cuatro esquinas, Santa Catalina, placeta de Borrero y plaza de la Constitución (hoy, plaza de España). La segunda edición, en la Bajada de 1895, la «ingeniosa» danza «de gimnastas resultó de mucho efecto, por los grupos elegantes y variados que formaban, sobresaliendo el que imitaba una fuente monumental, que agradó muchísimo», comenta la crónica correspondiente publicada el 4 de mayo por El adalid.

Olvidada en la cita lustral desde su última actuación en 1975, en la edición de 2005 volvió su encantadora coreografía a inundar las calles de Santa Cruz de La Palma. Niños y jóvenes de entre unos 6 y 18 años aproximadamente comparten la grandeza del escenario urbano de la capital insular para insinuar a los espectadores, aglomerados en las aceras, la deslumbrante destreza de su epopeya acrobática, de su poética danza, al calor de la omnipresente melodía chispeante que interpreta la Banda Municipal de Música San Miguel. La contorsión no tiene límites y el redoble de la caja de guerra anuncia el momento más emocionante: en la doble escalera se despliegan brazos y piernas formando una figura casi imposible, una proeza que pone en juego las largas semanas de ensayo que preceden al estreno. Es de noche y la ruta marcada por la señorial calle Real deja paso a los valientes e intrépidos… La magia del circo vuelve a sorprendernos.

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