[ 14 enero, 2020 por administrador 0 Comentarios ]

La Danza de los Enanos

En cada enero de los años acabados en cero y en cinco, un poco sencilla y familiar entra en el catálogo sonoro de la ciudad y los ciudadanos y ya nos acompañará de corrido, entre la alegría de la presencia y la nostalgia de la rauda desaparición.

El sonido tiene forma, real y virtual, desde hace un siglo, cuando el comerciante palmero Miguel Salazar Pestana ideó la transformación de un personaje conocido y popular en todas las latitudes, caricatura del francés fanfarrón que apareció en aleluyas catalanas y ediciones castizas, en naipes y manufacturas cerámicas, en cabezudos y gigantes de España y en el folclore virreinal de América.

Por gracia de Salazar, y del núcleo ilustrado que ideaba y sostenía las acciones culturales, el icono del franchute lució nuevo y fresco, como recién imaginado, como recién hecho. Y así lo vió y lo ve el público, cada vez- cada lustro- más numeroso, más sorprendido, más integrado en la ilusión común que, para acabar en prodigio, necesitaba del concurso amoroso de todos.

El clima cultural de la ciudad y la isla, la dedicación a las causas públicas de intelectuales y artistas de probada capacidad, permitió, entre otros grandes, la invención civil que ilustra nuestras fiestas mayores. Con versos de Domingo Carmona Pérez y música del polifacético Elías Santos Abreu, mediante el paso por una caseta mínima y diáfana, unos viejos achacosos y jaraneros de transmutaron en mínimos bailarines de una polca de moda.

Heredados de las solemnidades del Corpus Christi, los enanos frecuentaron fiestas locales y efemérides políticas- tales como la proclamación de Isabel II en 1833, que aparece como su primera referencia escrita- hasta que, por feliz iniciativa, se consagraron en exclusividad a la Patrona de La Palma y los palmeros y a sus originales bajadas. José Díaz Duque atribuye a otro Salazar- Miguel de Salazar y Umarán- la dedicación mariana en 1835.

En los lustros de las teas y las lámparas de petróleo, la veloz metamorfosis contó con la complicidad de las sombras y la celosa tutela ciudadana. En la segunda bajada del siglo XX, con el piadoso mandado en sus corazones de paja y trapo, vencieron su gran reto contemporáneo: la convivencia con la luz eléctrica. Así pues, desde 1905, los enanos ganaron en crédito y simpatía y, ahora, en la era digital, gozan de buena salud, porque, de una parte, su humor, dignidad y mesura y, de otra, la conciencia patriótica y festiva del pueblo de origen, aportan eficaces herramientas para la supervivencia de una Singularidad dentro de la globalización uniformadora.

Con las ilustres excepciones de Higinio Carmona y Alejandro Henríquez, a lo largo del siglo XX, cuatro generaciones de la familia del doctor Santos Abreu asumieron los cometidos musicales del espectáculo. En las danzas coreadas de la primera parte, personajes de diverso origen y oficio, vestidos con trajes talares y báculos simbólicos, cantaron a la Dama del Monte, con partituras de Domingo Santos Rodríguez, Elías Santos Pinto y Domingo Santos García.

En 1925, el mismo Santos Rodríguez compuso una pieza vibrante y colorista, acaso con la vocación efímera de esa bajada; pero fue tan grata y emotiva la acogida que, dieciséis quinquenios después, resulta extraño pensar en otra melodía que represente tan ajustada y alegremente tan ajustada y alegremente el espíritu del número.

La Polca de Domingo Santos entró con pie firme y agrado ciudadano en la medula lustral y fue- con la bella Loa de entrada de 1880, escrita para tenor y barítono por Alejandro Henríquez, y el Diálogo del Castillo y la Nave (1885) por prolífico Rodríguez López- elemento fijo del programa, pieza estelar del repertorio de la banda capitalina (San Miguel), y referente de unas fechas ambiciosas cuya fama transciende las fronteras insulares.

Tras el poeta festivo Carmona Pérez se inscribieron en la nómina de letrista el versátil José Felipe Hidalgo que transitó entre las bellas artes, la enseñanza de idiomas y la taxidermia; José Acosta Guión, imbuido del ampuloso modernismo; José Lozano Pérez, autor de metáforas finas y eufóricas; Félix Duarte Pérez, poeta de raza y facundia: y Manuel Henríquez Pérez que, en la isla y fuera de ella, sumó fervor y humor, valores compatibles del carácter isleño, a los cánticos de griegos, navegantes, peregrinos, musulmanes, vikingos…

En 2005 se convocó, por primera vez, un concurso público para la Danza coreada y se premió la Marcha de Caballeros, de Luis Ortega Abraham y Fran Medina Concepción, cuyo argumento visual y literario nos devuelve a 1905, el guarismo mágico de los enanos contemporáneos.

Un siglo después, sobre las diminutas espaldas de los coristas consagrados al culto y adoración de Miriam, descansa el peso y el éxito de las fiestas. Los enanos constituyen un activo cultural y un icono con vasto poder de comunicación exterior y, como tales, deben ser preservados y defendidos por la sociedad civil que los creó y sostiene y por la corporación local que, en nombre del pueblo, los administra.

Es tan sincero el motivo, el baile masculino a la Virgen que representa a la madre y a la tierra; tan inteligente el artificio, y tan limpia la puesta en escena que, toda pretensión interesada y grandilocuente atenta contra su naturaleza sencilla, contra su origen y contra su futuro.

LETRA

SOMOS LO QUE APARENTAMOS
Somos lo que aparentamos,
pobres de solemnidad.
La miseria que arrastramos,
por donde quiera que vamos
hambre, dolor, soledad,
no nos resta dignidad
porque con fe reclamamos
la evangélica igualdad.
Al sufrir por la codicia,
la mentira y la crueldad
lo que no da la justicia
lo pedimos por piedad.
Siempre el rico le da al pobre
y es una triste verdad
por la caridad del cobre,
su cobre de caridad.
Madre, esposa, compañera
que, en la escuela de vivir
enseñó la verdadera
lección de dar y pedir.
Con su límpida grandeza
y tierna solicitud
alivió nuestra pobreza
con el don de la salud.
Sepan que estas penas leves
que salen del corazón
por La Virgen de Las Nieves
se hacen plegaria y canción.
En su honor nos disponemos
nuestra promesa a pagar
y, con el alma, saldremos
toda la noche a bailar.
Esta polca de la historia
que llega a continuación
pone en vuelo la memoria
y hace niño al corazón.
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